El estudio de la cultura romana es, en primer lugar, el estudio del proceso por el que Roma, siempre consciente de su misión, se convirtió penosamente, de la ciudad-estado sobre las Siete Colinas, en la dueña del mundo; en segundo lugar, el estudio de los medios por los cuales adquirió y mantuvo su dominio. Estos medios fueron su singular capacidad de convertir a los enemigos en amigos, y eventualmente en romanos, aunque siguieran siendo españoles, galos o africanos. De ella derivaron su romanitas, su «romanidad». Romanitas es una palabra apropiada por que el cristiano Tertuliano empleó para dar a entender todo lo que un romano da por supuesto, el punto de vista y la manera de pensar de los romanos. Este vocablo es análogo a «civilización romana» si se toma la palabra «civilización» en un sentido estricto. Civilización es lo que los hombres piensan, sienten y hacen, así como los valores que asignan a lo que piensan, sienten y hacen. Es cierto que sus ideas inspiradoras y sus criterios afectivos y valorados dan por resultado actos que afectan profundamente el empleo de las cosas materiales; pero la civilización «material» es el aspecto menos importante de la civilización, que en realidad reside en la mentalidad de los hombres. Como dijo Tácito (refiriéndose a los britanos), solo el ignorante piensa que los edificios suntuosos y las comodidades y lujos constituyen la civilización. El término latino humanitas empleado en esta ocasión, era la palabra favorita de Cicerón, y el concepto que encerraba peculiarmente romano, nacido de la experiencia romana. Significa, por una parte, el sentido de dignidad de la personalidad propia, peculiarísima y que se debe cultivar y desarrollar hasta el máximo. Por otra parte significa el reconocimiento de la personalidad de los demás y su derecho a cultivarla, y este reconocimiento implica transigencia, dominio de sí, simpatía y consideración.
R.H. Barrow. Los Romanos. Fondo de Cultura Económica. Ciudad de México, 2001. p. 14-15